Hola a todos,
Como muchos ya sabréis, mi madre finalmente ha fallecido y ahora descansa en paz. Este post del blog es una carta para ella, en su memoria. Sé que la leerá.
Hola Mamá:
Hace ya tiempo que nos dejaste. Por lo menos, eso pensábamos con frecuencia cuando no eras ya capaz de reconocer a tanta gente; o de hablar con racionalidad; o cuando no eras capaz de tantas y tantas cosas que una persona se supone que tiene que poder hacer.
Y es que para alguien cuya vida siempre fue una frenética actividad desviviéndose por los suyos y haciendo lo posible y lo imposible por que todos estuviesen bien, eso parecía que era no estar ya. ¡Cuantas veces dijimos y pensamos: “ya no es ella”!
Tu vida no fue fácil ni sencilla. Ya desde pequeña te encargabas de tus hermanos menores, y aprendiste mucho, mucho, sobre amor y responsabilidad. Sinsabores de juventud te marcaron, y esa visión fatalista y de desengaño siempre la tuviste presente. “La felicidad no existe”, me decías con frecuencia. Sólo te ilusionaba el hecho de que todos los tuyos estuviesen bien, y no les faltara nada nunca. Tal vez por eso vino la enfermedad. Tal vez por eso decidiste irte poco a poco, cuando consideraste que “el trabajo estaba hecho”.
Pero quizás seguías en realidad trabajando, cumpliendo tu último encargo. Quizás nos estabas enseñando la última lección. Tal vez tenías que demostrarnos que lo esencial de la persona es algo que no está en sus capacidades intelectuales, racionales, o psicomotrices. Yo lo fui descubriendo en pequeños detalles del día a día. Por ejemplo, cuando, pese a no reconocer a las personas, sabías quiénes eran “de los de casa”, quienes eran importantes. O cuando querías que nos sentaramos contigo, para no hacer ni decir nada. O cuando, pese a no poder entablar una conversación con fluidez ni claridad, mostrabas esa honda satisfacción que no se ve pero se percibe con sólo que te abrazásemos o te cogiéramos de la mano con sentimiento amoroso. Porque ese sentimiento lo conocías muy bien y siempre te acompañó.
Por eso es que tal vez en realidad no nos dejaste cuando así lo pensábamos. Incluso quizás tampoco nos dejas ahora totalmente. Sigues ahí, con esa presencia latente, que nos invita a percibir más allá de la razón, y a recordar que “lo esencial es invisible a los ojos”.
Gracias mamá, por tanto trabajo bien hecho durante tu difícil etapa terrenal. Gracias también por haber estado y haber sido esa parte tan importante de nuestra vida. Nos reconforta sentir, con esa capacidad que la razón nunca podrá entender, que te encuentras bien y en paz. En paz porque además sabes que las lágrimas que derramemos en estos días no están motivadas por la tristeza, ni la amargura, ni por la desesperanza; sino que son lágrimas de emotividad, de las que se derraman cuando de repente nos vemos obligados a decir a alguien a quien queremos “hasta la próxima”.
Así que, de parte de toda la familia, gracias y hasta siempre; porque siempre seguirás con nosotros.