Acomodarse...

El otro día fui a ver a la asistente social. En estas situaciones de citas con organismos públicos, la espera suele ser poco menos que inevitable y casi siempre tediosa. Por si fuera poco, ví que no había silla disponible; ´por ello, tendría que esperar de pie, sin acomodarme.

Está en nuestra naturaleza humana que tendemos a la estabilidad y a acomodarnos. En esta ocasión, sin embargo, tuve oportunidad de saborear las ventajas de no hacerlo. Al no poder sentarme, fui a echar un vistazo en el tablón de anuncios que había en la sala. Y encontré avisos realmente interesantes; uno de ellos hablaba de Ascudean, una asociación de familiares cuidadores de personas mayores. Tomé nota del teléfono, he quedado con ellos, y lo cierto es que la información que me han conseguido puede ser vital en mi situación.

¡Cuantas veces en la vida nos enfadamos y hasta maldecimos por no poder acomodarnos! Y sin embargo, como yo mismo pude comprobar ese día, al no hacerlo abrimos otras puertas y damos pie a nuevas posibilidades. Es algo que no sólo ocurre en la consulta de la asistente social; es una ley de la vida que frecuentemente olvidamos, en un mundo en el que nos enseñan a asegurar por encima de todo, y donde cada vez más los riesgos los vivimos en el mundo de la ficción (teleseries, videojuegos, etc.), no sea que tengamos que sufrir en el Mundo moderno del Imperio del Bienestar (en el primer mundo, claro). Eso no estaría bien visto y seguro que no vendería.

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