Una tarde especial
Ella parecía totalmente ausente. Como si no estuviese, como si no existiese. Su mirada perdida no parecía poder encontrar el camino de regreso.
Él se sentó junto a ella despacio, sin hacer ruido. Sin darle importancia a lo que hacía. Como si siempre lo hubiese hecho así. Con esa seguridad de cuando no hay nada que demostrar.
Ella se giró suavemente y fijó esa mirada perdida en él. Muy lentamente, como cuando ya no hay prisa para nada. Después, volvió su mirada al punto en el que antes estaba, como si quisiera que sus miradas vagasen juntas por la inmensidad del momento.
Él cogió su mano con suavidad y ternura. Con la magia de un primer momento, pero también como si de un reencuentro se tratara. Ella volvió su mirada hacia él, casi tan lentamente como antes. Mirada que seguía plácidamente imperturbable, con una muy tenue sonrisa de las que transmiten aceptación.
-¿Viene usted mucho por aquí? -preguntó él-. Me gusta tanto este sitio...
Tras varios segundos de silencio, como cuando alguien se sabe inmerso en un ancestral ritual que ha de ser seguido con infinito cuidado, ella contesta con un tranquilo y a la vez seguro "sí".
Nadie podría decir el tiempo que transcurrió. Ambos estaban como fuera del espacio y del tiempo. Como si las cuestiones tangibles careciesen de importancia. Con sus manos juntas, y con breves y aparentemente intrascendentes preguntas de él, con breves pero dulces monosílabos de respuesta por parte de ella. Hasta que él dijo:
-Tengo que marcharme. ¿Volveré a verla?
Ella sonrió más abiertamente que antes. "Sí, claro", fue su respuesta en esta ocasión. Él besó su mano con toda la sincera ternura de que fue capaz, como si ya no le quedase más después de ese momento. Y se levantó y se fue, sin que dejaran de mirarse. Ella hizo un sencillo pero profundo gesto de despedida con su mano.
Mientras se dirigía a su habitación, él se sentía feliz. Sabía que, pese a que la enfermedad que ella padecía no le permitiera reconocerle, esa tarde había vuelto a conquistar a su mujer. Como fue al principio. Como otras tantas veces en los últimos tiempos. Y es que hay cosas que ni el paso del tiempo ni el más maquiavélico olvido pueden borrar totalmente.
Él se sentó junto a ella despacio, sin hacer ruido. Sin darle importancia a lo que hacía. Como si siempre lo hubiese hecho así. Con esa seguridad de cuando no hay nada que demostrar.
Ella se giró suavemente y fijó esa mirada perdida en él. Muy lentamente, como cuando ya no hay prisa para nada. Después, volvió su mirada al punto en el que antes estaba, como si quisiera que sus miradas vagasen juntas por la inmensidad del momento.
Él cogió su mano con suavidad y ternura. Con la magia de un primer momento, pero también como si de un reencuentro se tratara. Ella volvió su mirada hacia él, casi tan lentamente como antes. Mirada que seguía plácidamente imperturbable, con una muy tenue sonrisa de las que transmiten aceptación.
-¿Viene usted mucho por aquí? -preguntó él-. Me gusta tanto este sitio...
Tras varios segundos de silencio, como cuando alguien se sabe inmerso en un ancestral ritual que ha de ser seguido con infinito cuidado, ella contesta con un tranquilo y a la vez seguro "sí".
Nadie podría decir el tiempo que transcurrió. Ambos estaban como fuera del espacio y del tiempo. Como si las cuestiones tangibles careciesen de importancia. Con sus manos juntas, y con breves y aparentemente intrascendentes preguntas de él, con breves pero dulces monosílabos de respuesta por parte de ella. Hasta que él dijo:
-Tengo que marcharme. ¿Volveré a verla?
Ella sonrió más abiertamente que antes. "Sí, claro", fue su respuesta en esta ocasión. Él besó su mano con toda la sincera ternura de que fue capaz, como si ya no le quedase más después de ese momento. Y se levantó y se fue, sin que dejaran de mirarse. Ella hizo un sencillo pero profundo gesto de despedida con su mano.
Mientras se dirigía a su habitación, él se sentía feliz. Sabía que, pese a que la enfermedad que ella padecía no le permitiera reconocerle, esa tarde había vuelto a conquistar a su mujer. Como fue al principio. Como otras tantas veces en los últimos tiempos. Y es que hay cosas que ni el paso del tiempo ni el más maquiavélico olvido pueden borrar totalmente.
Comentarios
Un relato bellísimo, me encanta.
Un abrazo.
me sumo a la crítica de Raúl; MÁGNIFICO!
me ha gustado mucho. Lo has escrito con gran sensibilidad.
FELICIDADES!!
Un saludo.